La Eterna Niña Pehebe

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Los Lugareños

IMG_20140727_113815201En las Islas Salomón, en el sur del Pacífico, algunos lugareños practicaban una forma única de tala de árboles.Si un árbol es demasiado grande para ser talado con un hachas, los nativos lo hacen caer a gritos. Los leñadores con poderes especiales se suben a un árbol exáctamente al amanecer y, de pronto, le gritan con toda la fuerza de sus pulmones. Lo harán durante treinta días. El árbol muere y se derrumba. La teoría es que los gritos matarán el espíritu del árbol. Según los lugareños, da siempre resultado.

– ¡Ay, esos pobres inocentes ingenuos!¿Qué extraños y encantadores hábitos los de la jungla! gritales a los árboles, vaya cosa.¡ Qué primitivo!Lástima que no tengan las ventajas de la tecnología moderna y de la mentalidad científica.

– ¿y yo? yo le grito a mi mujer. Y le grito al teléfono y al a segadora del césped.Y le grito a la televisión y al periódico y a mis hijos. Incluso se dice que he agitado el puño y le he gritado al cielo algunas veces.

– El hombre de la puerta de al lado le grita mucho a su coche. Y este verano le oí gritarle a una escalera de tijeras durante casi toda un a tarde. Nosotros, la gente educada, urbana y moderna, le gritamos al tráfico y a los árbitros y a las facturas y a los bancos y a las máquinas…, sobre todo a las máquinas. Las máquinas y los parientes se llevan la mayor parte de los gritos.

– Yo no sé lo que hay de bueno en ello. Las máquinas y las cosas siguen en su sitio. Ni siquiera darles patadas sirve a veces para nada. En cuanto a las personas, bueno, los Isleños de Salomón pueden apuntarse un tanto. Gritarles a las cosas vivas puede hacer que muera el espíritu que hay en ellas. Los palos y las piedras pueden romper nuestros huesos, pero las palabras rompen nuestros corazones.

 

 

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